¿Cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pero yo estoy entre vosotros como el que sirve.
Lucas 22:27
Éxodo quiere decir “salida”. En este libro del Antiguo Testamento se relata cómo Dios libró al pueblo israelista de la esclavitud de Egipto. El mensaje central es la liberación.
Servidumbre se asocia a esclavitud. Un sujeto puede llegar a ser preso de sus pensamientos y rehén de sus debilidades.
Los tiempos que corren hoy día han potenciado una debilidad que se erige en fortaleza de muchos: el egoísmo. La búsqueda infinita hacia el progreso y el éxito rotundo muchas veces coloca al individuo en un plano en el que sólo se proyecta él y su mundo. Nadie más ni nada menos.
Podemos extrapolar esta visión tanto al mundo de lo privado como al de lo público. La indiferencia hacia mi prójimo, mi próximo se traduce en la simple noción de MISERIA. Un estado que corroe hasta lo más íntimo en forma solapada y sigilosa. La miseria espiritual torna en permeable el alma del hombre a las situaciones más aberrantes.
Esa otredad in limine donde la extensión de mi yo es un otro y no yo mismo corroe los patrones de conducta de una sociedad.
Sin duda las normas tratarán de forjar estándares normales de conducta bajo exhortaciones y castigos. Aquí nos preguntamos, ¿hasta dónde la ley hecha por el hombre puede determinar o perfilarlo a él mismo? ¿Será que dejamos el estado de naturaleza anárquico hobbesiano para sujetarnos a la ley de la selva? Buscar la perfección de la norma en vez del espíritu del legislador es distraer la esencia del cambio.
El secreto es abandonar la servidumbre, la esclavitud hacia el mundo hedonista, la exaltación de mi “yo” para vivir bajo el principio del servicio. Servir para dirigir. El servicio es brindarse con amor a mi prójimo. Se trata de la entrega permanente sin esperar nada a cambio.
Bajo estas nociones pierde sentido la obediencia al imperio de la ley por mera coacción. Cuando los principios y valores éticos y morales se hagan carne en nosotros ya no habrá necesidad de la imposición externa sino más bien se transformarán en imperativos categóricos morales para nuestro fuero interior.
Por ello el verdadero cambio nace en el corazón del hombre hacia fuera. Claro que es fundamental modificar las estructuras pero la reforma de la cáscara no hace a la verdadera esencia.
Si principios como honestidad, integridad, entrega, humildad y sobre todo amor fueran los pilares en la conducta de todo hombre; sin duda la calidad humana sería otra.
En su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, John Locke (1632-1704) parte definiendo el estado en que los hombres se hallan por naturaleza como un estado de perfecta libertad. Cada uno ordena sus acciones y dispone de posesiones tal como lo juzgue oportuno. Sin embargo, el estado de libertad no debe ser leído como estado de licencia. Aunque el hombre goza de una incontrolable libertad para disponer de su persona y bienes no la tiene para destruirse a sí mismo ni mucho menos al prójimo. Ahora bien, la indiferencia, la vanagloria, el deseo de autoconservación a costillas del otro ¿no persigue implícitamente la aniquilación de mi otro yo y, en definitiva, de mi mismo?
Si tomáramos la función pública como un servicio se abandonaría la categoría de mendigo espiritual para alcanzar el status de plenitud.
La consideración de igualdad natural coloca a los hombres en un plano de deberes recíprocos: no es menor el deber de amar a los otros que el de amarse a sí mismos. Ofrecer al otro algo que repugne su deseo causará en él, el mismo pesar que causaría en mí.
Jean Jacques Rousseau (1712-1778) habló del pacto social como aquél en que cada uno pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general. Cada miembro es considerado parte indivisible del todo. Agregaríamos pacto social de servicio. En este acuerdo mancomunado de voluntades individuales se rehúsa a la naturaleza egocéntrica cediéndose espacios de logros unidimensionales para alcanzar beneficios colectivos. Así se abandona el estado mísero de servidumbre hacia uno mismo y las acciones se tornan en servicio hacia el prójimo. ¿Y la realización individual? Se perfecciona en comunidad. Fuera del esquema hedonista y narcisista.
Cuando priman los intereses particulares por sobre los generales se llega a la ruina del cuerpo político. Servirse a uno mismo es ser esclavo de la propia individualidad.
Cuando quien sirva sea más importante que quien se siente a la mesa, el espíritu de la política habrá cambiado por completo. Se habrá pasado de la servidumbre al servicio…
Buenos Aires, 23 de Enero de 2008.
Gretel Ledo
Nueva Generación Moral
Publicaciones:
Crónica y Análisis, Periódico On Line, http://www.cronicayanalisis.com.ar/otrasvoces12.asp, 24/01/08
Agencia NOVA, Opinión, http://www.agencianova.com/nota.asp?n=2008_1_28&id=47508&id_tiponota=3, 28/01/08