¡No hay nada más bello ni más agradable que ver a los hermanos
vivir juntos y en armonía!
Salmo 133:1
Podemos trazar un paralelo entre la pasividad, el exceso de circunspección del Hamlet de Shakespeare y el Príncipe moderno de hoy, el Gobierno en el conflicto con el campo.
A diferencia de lo recomendado por Maquiavelo, en medio de lo azaroso, lo incierto y contingente, el Príncipe no actúa. ¿Por qué? Sin duda, el espíritu de Hamlet se vio atravesado por la impotencia. Quizás enfrentar la muerte de su padre era una misión demasiado pesada para él. Se le podría atribuir a esa ineptitud un exceso de sensibilidad, de escepticismo, incluso de actividad intelectual. Sin embargo Nietzsche analiza la vacilación en el personaje principal asociándola al carácter atroz de la verdad.
En ciertas ocasiones enfrentarse a la verdad produce parálisis. Para Hamlet actuar significaba asesinar a una persona, su tío Claudio, rey y marido de su madre. Encerraba en sí un dilema doble. Por un lado, no puede incumplir el mandato de su padre de vengar su muerte. Vive en un mundo atravesado por la “moral de la honra”, la “ética de la venganza”. Pero, por el otro, no puede acatar esa orden atroz porque lo convertiría en aquello que quiere destruir: un criminal. Esa es la tragedia de Hamlet.
La tragedia es un instrumento útil para pensar la política bajo un mismo paraguas que alberga conflicto y fragilidad. Un mismo escenario que enfrenta valores y acción. Las decisiones del Príncipe oscilan bajo el péndulo de la fortuna y la virtud. De la fortuna sólo dependen la mitad de nuestras acciones, a nosotros nos queda dirigir la otra mitad. Para Maquiavelo el problema es dilucidar a cuál acogerse conforme a las circunstancias. Hay tiempos que reclaman prudencia y circunspección; otros que exigen audacia y ferocidad. La imposibilidad de trazar reglas infalibles es justamente lo que torna a la política en un arte incierto y temerario en términos maquiavélicos. Una de sus frases más conocidas reza que ante la duda “es mejor ser atrevido que circunspecto, porque la fortuna es mujer y, para tenerla dominada, es preciso tratarla sin miramientos, demostrando la experiencia que la vence quien la obliga, no quien la respeta”. Así, el Príncipe ante lo desconocido debe actuar, tomar el toro por las astas, desafiar a la fortuna sometiéndola. He aquí el carácter trágico de la política. Aún haciendo uso de la virtud (no designando precisamente un valor moral sino mas bien una capacidad para lidiar con el destino), el margen de error puede existir. La “otra mitad” de las acciones se encuentran bajo los dominios de la fortuna.
Ahora bien, ¿qué le sucede al Príncipe de hoy? ¿Por qué la inacción del Gobierno frente al conflicto con el campo? ¿Bajo qué lenguaje debemos decodificar las señales de “avances en las negociaciones”?
La política como tal existe porque las palabras no tienen significados únicos. De hecho el conflicto medular en Hamlet pasa por resignificar el crimen de su padre.
Una de las diferencias sustanciales entre la tragedia antigua en autores como Esquilo y Sófocles con la tragedia ática, cómica o nueva shakespeareana es el pasaje entre el uso de la música al uso de las palabras. En la antigüedad el coro cobraba un papel protagónico. No representaba a una multitud sino a un enorme individuo. La música coral unísona de los griegos ofrecía una impronta especial que guiaba el lenguaje y el gesto en el escenario. Más tarde, la dialéctica se impondría a la melodía. Lo esencial para la comedia ática sería la presencia de intrigas bajo el foco del drama y la acción. Ya no se apreciaría el “arte total”: la hermandad entre poesía y arte musical, sencillez y riqueza en la expresión rítmica. Se observaría todo por separado.
El pasaje de la música a las palabras; de la unicidad a la multiplicidad de apreciaciones da cuenta de la efectividad en cada una de ellas. La música puede trocar pasión por compasión. La palabra sólo puede hacerlo con rodeos. Para Nietzsche “…la palabra actúa primero sobre el mundo conceptual, y sólo a partir de él lo hace el sentimiento… En cambio, la música toca directamente el corazón, puesto que es el verdadero lenguaje universal que en todas partes de comprende”.
Cuando hablamos de música nos referimos a la pluralidad de sonidos que se aprecian como un todo homogéneo: una melodía. Los discursos hirientes de ambas partes, tanto Gobierno como campo llevan el grado de desacuerdo a una escalada tal que es imposible decodificar una cosmovisión universal que ponga fin al desentendimiento mutuo. Así como el coro de la tragedia antigua griega sonaba como un enorme hombre, de esa forma es como debería conciliarse una solución al enfrentamiento retrógrado. No se trata de “un sector” sino de un modelo de crecimiento económico necesario para todos los argentinos. Estigmatizar al campo como un símbolo de corporativismo que brega por sus intereses habla de un profundo grado de irracionalidad política.
En otro orden la inacción hamletiana colocan al Gobierno en el pedestal que indica no estar a la altura de las circunstancias. ¿Será que la inoperancia esconde el temor a deslegitimar su mandato?
Buenos Aires, 4 de Mayo de 2008.
Publicaciones:
Nuevo Encuentro, http://www.nuevoencuentro.com/modules.php?name=News&file=article&sid=6144, 5/05/08
Agencia NOVA, Opinión, http://www.agencianova.com/nota.asp?n=2008_5_5&id=50533&id_tiponota=3, 5/05/08
Agencia NOVA, Opinión, http://www.agencianova.com/nota.asp?n=2008_5_5&id=50533&id_tiponota=3, 5/05/08
2 comentarios:
Me parece muy interesante tu comentario, y las analogías desarrolladas.
Espero que prime el espíritu correcto y poder vivir "juntos y en armonía".
Saludos.
Diego Leal
Muchas gracias por sus apreciaciones. Espero lo mismo en este conflicto. Que llegue a buen puerto...
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