No os engañéis; Dios
no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque
el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra
para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. (Gálatas 6:7-8)
Existen situaciones en la vida diaria que acaecen a un ritmo
tan vertiginoso que ni siquiera percatamos o bien las observamos y la
indiferencia cobra un protagonismo no menor.
Quizás la atención se centra en aquello en que sí podemos
influenciar y de alguna manera modificar.
Me gustaría que por un instante se representen las dos
imágenes que tuve frente a mí. Por un lado, una familia viviendo debajo de un
puente, niños con limpiavidrios para autos en la esquina, descalzos, vestidos con
ropa de adultos y, por el otro, un pequeño árbol en proceso de crecimiento
apuntalado con una varilla para que resulte lo más erguido posible.
¿Hablamos de dos mundos divergentes o del mismo con una
convivencia al borde del divorcio?
En "Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión"
(1976), Michel Foucault habla del rol de la disciplina, del arte del cuerpo. La
disciplina tiene la propiedad de fabricar cuerpos sometidos y ejercitados,
cuerpos "dóciles". La docilidad abre espacio para la obediencia. Existe
una separación entre la voluntad humana y la capacidad de ejecución de la
misma. En esa manipulación opera el mecanismo de poder que se gesta en cada institución:
hospitales, prisiones, reformatorios, hospicios, fábricas. Se modelan
conductas, se fabrican sujetos. Es preciso ‘enderezar’ lo torcido a través de
una tecnología eficaz de poder, las disciplinas: conjunto de técnicas de
control corporal que apuntan a una cuadriculación del espacio y del tiempo
buscado, con la mayor economía, reducir la fuerza del cuerpo en tanto fuerza
política y maximizarla como fuerza económica.
El resultado dentro de una sociedad compleja y confusa es ubicar,
clasificar y, por fin, vigilar y castigar. Es decir, la disciplina es una economía
política que produce "individuos" y hace de esta producción
individualizante un método de dominación. (1)
Ahora bien, hablamos de disciplina que opera a nivel
individual pero no se dice nada respecto a lo social. Al sujeto se lo domestica
para que se mueva dentro de un cuerpo, un todo que funciona bajo determinadas
prácticas, reglas, costumbres. Toda una serie de instituciones no formales que
terminan regulando conductas a través del trazado de ciertos procedimientos. Al
individuo se lo controla, ¿a la sociedad también?
Se brega por el espacio urbano, un árbol torcido estropea la
visual. ¿Qué sucede con la generación de niños en la calle?
Por momentos el ‘no te metás’ cobra un protagonismo tal que
corrompe la esencia de la integridad humana. Claro, el Estado debería estar
presente. ¿Acaso no somos nosotros también parte del mismo?
El temor puede ser una de las causales de la inacción al
igual que el silencio obsecuente. Ambos provocan paralización obstaculizando
toda reacción que irrumpa el vacío, la distancia entre la miseria física y la
miseria espiritual; el vulnerado y el que está en condiciones de hacer algo al
respecto.
Como resultado hipotecamos nuestro futuro próximo: una
generación que aún no tiene rumbo. La mayor gravedad radica en adolecer de
visión. No sólo es pobre aquel que padece de necesidades básicas insatisfechas,
sino aquel ciudadano que satisface sus necesidades viviendo en un mundo privado,
en que solo tiene espacio su proyección de vida, sus metas, sus logros. Un
mundo en que no entran los otros. Esos otros, somos nosotros. Día a día se
perfora al cuerpo social con la ausencia de mecanismos de solidaridad mutua y
cooperación.
La vida del hombre es única e irrepetible, finita y efímera.
Si deseamos trascender marcando la diferencia, la indiferencia no es
precisamente el camino a recorrer.
¿Hasta cuándo seguiremos esperando de la reacción del
prójimo? En vez de bregar por la docilidad de cuerpos dentro de estructuras e
instituciones, deberíamos tender a la docilidad de nuestro espíritu.
(1) Terán, Oscar: “Presentación”, en Terán, Oscar (comp.):
Michel Foucault: Discurso, poder y subjetividad, Buenos Aires, El Cielo por
Asalto, 1995, p. 25.
Buenos Aires, 30 de Septiembre de 2012
Gretel Ledo
2 comentarios:
Muy Interesante Gretel!!!
Como siempre muy bueno Gretel. Seguis en Italia?
Cuidate mucho.
Saludos cordiales
Publicar un comentario