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Si dos personas andan juntas, es porque están de acuerdo.
Amós 3:3
Ingresar a la Escuela Superior de Comercio “Carlos Pellegrini” se asimila al acuerdo reinante entre padres e hijos. Es un desafío no solo para el alumno sino para todo el núcleo familiar. No se trata de la elección de un simple secundario sino de un proyecto de vida que moldea sujetos con un carácter definido bajo un ideario cultural que supera a la media.
Muchos toman la decisión a los diez años y comienzan a prepararse a los once. Un curso de ingreso cuyos contenidos no pasan por la cabeza de un niño común de doce años que vive su infancia holgadamente. El camino a recorrer nace en el seno de la familia. Es, ni más ni menos un contrato, un acuerdo de voluntades entre los padres y los hijos donde se dejan de lado las jerarquías funcionales. El esfuerzo es compartido, los sacrificios señalan el horizonte: ser parte del mínimo porcentaje de los ingresantes a un colegio pre-universitario. En este pacto los hijos asumen nuevas responsabilidades y crecen de golpe. Los padres mueren a su “yo” para dejar paso al “otro”, su hijo. Es más cómodo enviarlo a un secundario tradicional donde los padres depositan toda su “carga educativa” en la escuela. En el Pellegrini no es el caso. Sin el sustento psíquico y moral de los padres, el alumno no puede sobrellevar semejante ingreso.
Cruzar de golpe la barrera de la infancia con un curso de ingreso exigidísimo hace comprender la actitud de los padres hoy frente a la toma del colegio. Sigue la misma lógica: el diálogo permanente. Eso es justamente a lo que propende la institución. Una actitud comprometida y no deslindada de los padres hacia la educación de sus hijos. No todos comprenden los lazos sociales que se tejen en las familias gracias al colegio. El Pellegrini y el Nacional de Buenos Aires no son simples secundarios. Los planes de estudio superan con creces a cualquiera de ellos. Los exámenes son a nivel universitario y la preparación de un alumno de primer año puede ser equiparada a una de tercero de un secundario tradicional. Durante cinco o seis años (para quienes hacen el ingreso a la Universidad), padres y alumnos unidos en un plano de igualdad participan de la formación intelectual.
Las distintas posiciones que asumen padres y alumnos frente a la designación del nuevo rector obedecen en términos del sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002), a los hábitus del campo, cual es el colegio. En el campo hay fuerzas en conflicto por lograr la apropiación de su sentido. Lo que está en juego es la capacidad de conferirle un sentido particular, de construir un relato acerca del mundo y naturalizarlo. En esta lucha por redefinir el campo están quienes bregan por la imposición jerárquica y quienes profesan el diálogo y el consenso. El hábitus de formación del Pellegrini deja sentado un esquema de percepción, pensamiento y acción que se introyecta en el sujeto a los 12 años caracterizado por el diálogo. En esta lógica, claro está, padres y docentes se unen.
La familia en estos colegios pre-universitarios cuenta con un “plus adicional”: la unidad incondicional y el apoyo total entre padres e hijos.
El juicio crítico, la capacidad de observación y análisis escapa al modelo conservador de enseñanza. Por ello, pretender con éxito un diagnóstico sobre el escenario actual del Carlos Pellegrini sin haber sido parte de su historia genera una mirada parcial cargada de un sentido simbólico ajeno al verdadero espíritu que dio nacimiento a semejante institución.
He pasado por esas aulas; he compartido cada una de las vivencias estudiantiles. La formación del colegio me ha permitido realizar el ingreso a dos carreras universitarias en forma simultánea durante el quinto año a la vez de ser abanderada por promedio. Hoy, ya siendo profesional estoy finalizando una tercer carrera: Sociología. Observo desde afuera el daño que está causando la vaguedad periodística.
Es tiempo de establecer distancias. Es hora de comprender que someter al Pellegrini bajo la lógica de funcionamiento tradicional del sistema educativo es desacertado. Es preciso hablar con conocimiento de causa.
Buenos Aires, 18 de Junio de 2007.
Gretel Ledo
Abogada en Derecho Administrativo
Politóloga en Estado, Administración
y Políticas Públicas
Asesora Parlamentaria
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