Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.
Romanos 15:2
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En toda comunidad organizada existen intereses contrapuestos. Cada sector o grupo social brega por lograr el cumplimiento exitoso de sus objetivos. Claro que, a su vez, tratan de convivir en un marco de respeto y diálogo permanente con las demás organizaciones para vivir en forma civilizada.
El desarrollo de una sociedad se da a partir de la maduración de ciertos tipos de patrones de conducta. Así, la negación del yo individual para dar cabida al yo colectivo implica una merma del principio de puro placer a raíz del freno que representa el mundo exterior bajo el principio de la realidad.
En el estado de naturaleza hobbesiano los individuos actúan bajo el máximo impulso individual. No existe la noción del otro como extensión de uno mismo; al contrario, prevalece la destrucción del otro para alcanzar el ascenso personal. En esa “guerra de todos contra todos” la carnalidad humana muestra sus facetas más espantosas: indiferencia, egoísmo, hasta el deseo de la muerte del prójimo. En este estadio el hombre salvaje no dialoga, impone por coacción y fuerza sus motivaciones particulares.
La sociedad civil nacerá con el pacto. Un acuerdo de voluntades que precisa resignar el uso indiscriminado de la justicia por manu propia para delegarlo en cabeza del Estado.
El orden nace en pos de una voluntad general superadora del desasosiego individual.
La situación económica actual coloca a nuestro país en un plano bifásico: por un lado, el matiz exportador llena las arcas nacionales con divisas apetecibles y, por el otro, la política interna en llamas trae aparejada consecuencias cada vez más difíciles de apagar. Se trata de un dilema clásico, beneficios aportados por un tipo de cambio alto y perjuicios concretos reportados por la inflación especulativa.
El filósofo Aristóteles aseveraba: “vivir es sobrevivir y vivir bien es vivir”. Sin duda nos quedamos en el primer tramo…
El desencuentro formidable que se suscita hoy entre los diversos sectores con el Gobierno a la cabeza hace que repensemos la noción de “sociedad organizada”.
Consumidores que se autoconvocan bajo el lema “boicot al tomate”, un Gobierno que teje “acuerdos” para frenar el agiotaje y supermercados que esconden mercadería para no cerrar en rojo sus cuentas, muestran que involucionamos en la carrera por alcanzar grandezas resaltando nuestras mediocridades.
Está claro, aún prevalecen rasgos de estado de naturaleza hobbesianos, de lucha por la supervivencia individual.
Los grandes quiebres sociales se enfrentan en primer lugar reconociendo que hay una crisis y, en segundo lugar previendo mecanismos conjuntos tendientes a solucionarla.
¿Qué ejemplo puede dar el Gobierno Nacional si aún desmiente la enfermedad del sistema económico? ¿Falló el pacto? ¿Involucionamos en el tiempo?
Si los consumidores salen a la calle para aleccionar a los supermercados, primeramente están transmitiendo un mensaje para la clase política: NO MIENTAN MÁS.
Lo interesante es el abandono de rol pasivo que está ejercitando la sociedad civil. Dejó de ser rehén político. Si todavía la temática inflación, depreciación del salario real, estafa hacia jubilaciones privadas y tenedores de títulos públicos ajustables con el CER a partir del Índice de Precios al Consumidor (IPC) no había cobrado espacio en la agenda gubernamental sin duda logró cabida en la agenda mediática.
Toda negociación es un ejercicio en que se debe resignar una cosa para obtener otra. El dilema en esta tríada irreconciliable es que el actor principal, el Gobierno, no se sienta siquiera a reconocer el estado público que ha tomado la situación inflacionaria.
Entonces se vuelve al estado primigenio: la anomia durkhemiana. Esta ausencia o degradación de reglas sociales coloca a todo el arco opositor y a la sociedad en una batalla frente a una realidad concreta que para el oficialismo se torna en ilusoria.
¿Se puede gobernar “puertas adentro de la Rosada”? Esta dicotomía encierra un peligro aún mayor: la mentira de ellos es verdad oficial naturalizada por el resto; y, la verdad de los otros es mentira cabal para ellos, entonces, los mentirosos somos todos… (para ellos)
Es la Real Academia Española la que define a la sociedad como una agrupación natural o pactada de personas, que constituyen unidad distinta de cada uno de sus individuos, con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o alguno de los fines de la vida.
Aristóteles en la Ética Nicomaquea indaga sobre la forma en que los hombres deben organizarse para vivir en sociedad. Se trata de normas mínimas de conducta que le indican al hombre qué hacer y cómo hacerlo. Son el fundamento del orden social.
El gran problema es la dispersión en la búsqueda por encauzar deseos individuales. ¿Dónde quedó la Nación? Este es el tema: vivimos como seres meramente amontonados, atomizados, enraizados en mundillos particulares. La sociedad como tal no existe.
Esperar de la sociedad política no siempre es la mejor opción. Es mejor partir del cambio de uno mismo. El sentido de unidad nace a partir de la asimilación del otro como componente único e indispensable para reconocer que con él se forma la sociedad ciudadana. ¿Estaremos asistiendo a la defunción de nuestra propia identidad?
Buenos Aires, 12 de Octubre de 2007.
Gretel Ledo
4 comentarios:
Acuerdo en mucho de lo que expresas. Quizas parte de esta defuncion cotididiana tenga sustento sociologico en la necesaria vision hobessiana que imparte cada nuevo gobierno al no haber "sociedad". Hay en ello, una correspondencia y una logica perversa, necesitamos de un leviathan porque no confiamos en lo que nos rodea.
Gracias Javier por tu comentario!
Justamente tu observación es a lo que apunta el artículo. Somos seres "asociados". Incluso falla la noción de pertenencia social. Uno de los mayores vicios parte de la acción cotidiana hacia la indiferencia con el prójimo que es mi próximo que a su vez soy yo...
Por ello en esa incomodidad de menosprecio hacia lo ajeno, se da cabida al nacimiento de la coerción externa cual es la figura del Leviathán.
Es preciso un replanteo de identidad. La ausencia de reconocimiento del otro implica la pérdida de noción sobre MI PROPIA identidad.
El amontonamiento social no lo puede remediar el Estado, ni siquiera a través de pautas legales. Se trata de la urgencia de imperativos categóricos morales como decía Kant. De eso se trata...
Querida Gretel: he leído tu blog. Me interesó particularmente el primer artículo (Partidos políticos en conflicto), pues alude a una cuestión que me preocupa hasta la angustia: la crisis (aparentemente irreversible) del sistema político-partidario argentino, iniciada con la débâcle de 2001. Estoy por recibirme de profesor en Historia en un terciario del GCBA. Te invito a visitar mi blog (ernesto-misescritos.blogspot.com). Hasta siempre,
Ernesto Sebastián Vázquez
Gracias Ernesto Sebastián por tus apreciaciones!
La crisis de 2001 dejó corolario político una crisis de representación profunda, de legitimidad y de hegemonía. La fuerte fragmentación partidaria rompió con la lógica bipartidista: radicalismo-peronismo.
Las elecciones nacionales recientes han mostrado que los partidos de oposición no han sabido organizarse de modo de establecer un polo centro-derecha y otro centro-izquierda. Podríamos tener una lectura de emergencia profusa de “personalismos”. En el afán de “ser” han olvidado el “hacer”. Las mezquindades políticas en el retaceo de cargos han sido aprovechadas sin duda por el oficialismo.
Pero el desafío está en nuestras manos como nueva generación política. Nuestro compromiso está con el CAMBIO. Empecemos por nosotros.
Muy bueno tu blog.
Un abrazo,
Gretel
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