Hay momentos en que Dios nos pide sacrificios, una especie de ofrenda especial que debemos darle para recibir algo más grande a cambio.
A Moisés se le había encomendado la gran tarea de liberar a un pueblo. Israel había pasado más de 400 años bajo el yugo de esclavitud y ahora tenía la oportunidad de marchar hacia la liberación total. El precio que debía pagar por ello era elevado pero no lo suficiente como para superar su recompensa. Egipto implicaba un pasado entenebrecido, prácticas paganas e idolatrías impías. La tierra en que fluye leche y miel colmada de bendiciones sobrenaturales presentaba un trecho de sacrificios. Muchos israelitas debieron renunciar a su viejo hombre, su vana manera de vivir y acostumbrarse a oír la voz de un liderazgo ungido como lo fue la de Moisés. De hecho solo la nueva generación alcanzó a ver con sus propios ojos y a la vez ser parte de la tierra prometida.
Cuando Dios nos lleva a una nueva dimensión espiritual y con ello a la abundancia en todas nuestras áreas, nos pide sellar el pacto a través de un cambio de actitud. Para que opere un cambio externo primero hubo uno en nuestro interior.
“Y colocó el altar del holocausto a la puerta del tabernáculo, del tabernáculo del testimonio; y ofreció sobre él holocausto y presente; como Jehová había mandado a Moisés.” (Éxodo 40:29). Durante el Antiguo Testamento la ofrenda que Dios demandaba era externa. El sacrificio consistía en dar muerte a un animal. El derramamiento de sangre purificaba los pecados del pueblo. El Nuevo Testamento muestra un quiebre de las tradiciones anteriores. El lugar de cordero inmolado fue ocupado por Cristo Iahshuah, de modo de cargar consigo todos los pecados de la humanidad tornándose en prescindible cualquier sacrificio de muerte.
Hoy los sacrificios son otros y operan de adentro hacia afuera. Dios nos demanda encarar la vida con ojos espirituales. Ver lo que no es como si fuera. El camino de la fe es locura para la razón y a la vez llave que abre el campo de lo sobrenatural. Caminar con Dios es una aventura; dejarse sorprender por sus propósitos.
Un pueblo oidor y hacedor de la voluntad de Dios no solo alcanza la bendición individual sino también la colectiva. El camino de la comodidad está signado por críticas permanentes y reproches mutuos. La vida cotidiana está plagada de culpabilidades. Buscamos en el otro la ocasión para achacarle mis frustraciones. Mi jefe es culpable de mi posición económica, mi familia es una carga pesada para llevar a cuestas y los políticos solo amontonan para sí en perjuicio del pueblo. ¿Qué hacemos nosotros para marcar la diferencia? ¿Cuánto suma a nuestro espíritu la crítica constante? ¿Por qué el enemigo siempre está en el exterior y no dentro mío?
Las múltiples candidaturas presidenciales entre las filas de la oposición dan cuenta del grado de impericia para dar a conocer un programa homogéneo que unifique múltiples expectativas. Pero por sobre todas las cosas deja entrever apetencias personales como si todo girase en torno a sujetos en vez de proyectos. No es cuestión de colocar un ojo solo sobre la oposición, el oficialismo tampoco ha descubierto las tácticas adecuadas. Y no se trata aquí de estrategias políticas, proyectos o planes económicos sino de sacrificios individuales.
Vagaron 40 años por el desierto. La mayoría pereció. Solo la nueva generación atravesó con éxito la prueba y disfrutó de la abundancia de la tierra prometida. Una generación despojada de las viejas prácticas, decidida a abandonar la crítica, murmuración y rebelión.
¿Hasta cuándo nos dejaremos guiar por las apariencias? ¿Hasta cuándo nos dejaremos gobernar por el ligero espíritu de crítica? Como Nación Dios nos pide un sacrificio que pocos estarían dispuestos a dar: un cambio de corazón. A partir de allí se contagia positivamente todo nuestro ser. Ya no se proferirán palabras deshonestas y no se buscará la paja en el ojo ajeno sino la viga en el propio.
La edificación puede asemejarse a un país. En un mismo espíritu, hablando una misma lengua la torre de Babel llegó muy alto. Cuando la división trajo la confusión dejaron de construir. ¿Qué espíritu embarga hoy a la Argentina? El idioma es uno pero su significado múltiple. El circuito comunicacional entre dirigentes y dirigidos está quebrado. Emisor y receptor no se entienden porque el mensaje no es claro ni unívoco.
No miremos más a los políticos ni a las políticas. El sacrificio se hace en silencio, sin necesidad de pavonearse al estilo fariseo. Empecemos por casa.
25 de Enero de 2011
Gretel Ledo
3 comentarios:
Gretel, Dios te bendiga.
Muy buen pensamiento, Dios siga derramando en tu espíritu, gracia y verdad que vinieron por medio de Jesucristo. Amén FERNANDO MARTINEZ CONSTANTE, ORHAC, Monterrey, México
Querida Gretel , Felicitaciones por el extraordinario articulo. Dicen que la excepcion hace la regla y es tu caso ,donde inteligencia juventud y belleza se conjugan de manera extraordinaria. Adelante, el exito te pertenece. Dra. Nefferth Campo Valencia
Estimada Gretel.
Realmente muy bueno tu artículo o pensamiento.
Que el mismo llegue a las esferas políticas y Dios siga bendiciéndote con paz y sabiduría.
Emilio R Wagner
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